6. La del quinto piso


-          ¿Cómo te sientes? - dijo Mayra.

Jonathan mantenía con ambas manos una bolsa de hielo  contra su entrepierna. Tenía el rostro demacrado y parecía un poco ido. Estaba sentado sobre la tapa de la taza del inodoro. Alzó la vista hacia la chica frente a él.

-          Me siento hecho mierda. Me duele como mierda. Esto es una mierda. Debe haber una explicación lógica para esto. No tiene sentido que no podamos mentir.
-          ¿Crees que existe la lógica aún? Si esto no es pare del apocalipsis, definitivamente se le parece mucho... ¿crees que dure para siempre?
-          ! Más vale que no! contestó el joven con una leve sonrisa casi inadvertida. Era una sonrisa tan patética que ella sólo atinó a reír a carcajadas.
-          Realmente estás hecho mierda - continuó la chica-  ¿No quieres que vea? ¿Qué tan mal esta?

Mayra se acercó y miró al muchacho desde arriba. Acarició su cabello con ternura y dijo: Muéstramelo.

-          Pequeña, en otras ocasiones te diría que sí con mucho gusto pero temo que mi pinga está rota.

Ambos rieron juntos.

-          Quizás necesites asistencia médica...
-          ¿Crees que funcione algo hoy? ¿Así cómo están las cosas?
-          No lo sé, puede...

De pronto, se escuchó un disparo. Mayra abrió la puerta y salió del baño, olvidándose de su compañero por un instante.

-          !Cierra con llave!
-          Ok, ok...

En la sala, Angie miraba la calle a través de las cortinas.

-          ¿Qué fue?
-          No tengo idea, contestó la joven - parece que son de al frente... - de repente, más disparos. Esta vez se escucharon mucho más cerca al departamento. Las chicas se agazaparon rápidamente.
-          ¿De dónde vienen?, preguntó Angie. Su voz entrecortada y muy nerviosa. Había lágrimas en sus ojos. Mayra sabía que su mejor amiga tenía fobia al fuego. En realidad, su miedo era tal  que le aterraban incluso los fuegos artificiales. Odiaba las fiestas patronales, los corsos, los castillos, las ferias, etc. Todo sólo por el hecho de contar con fuegos pirotécnicos. Año Nuevo era su perdición. Mientras todo el mundo celebraba las doce de la noche. Ella se recluía en su cuarto esperando cual perro asustado a que toda la bulla y algarabía terminara.
-          Creo que vienen de por el parque, contestó. Tomó ambas manos de Angie y la miró fijo a los ojos. - Mírame, todo está bien, ¿ok?

La chica sólo atinó a asentir con el rostro. Estaba completamente aterrada. Sudaba frío  y su piel había cobrado un color casi verduzco.

-          Angie, todo va a salir bien. Respira.

Lentamente, las muchachas empezaron a respirar a un solo ritmo. Angie se tranquilizó y los disparos se escuchaban más a lo lejos. Una vez más calmada preguntó riendo pero con la voz aún entrecortada:

-          ¿Cómo está el pequeño Jona?
-          Creo que sobrevivirá. No me ha dejado verlo.
-          ¿Hace cuánto sabías lo de la mamá de Carol?
-          Bastante tiempo. Años quizás.

Angie la miraba desafiante, casi molesta y con asco. - Nunca he llegado a entender tu amistad con él...
-          Y no es necesario que lo hagas, dijo Mayra de forma cortante. Se miraron fijamente por unos segundos y añadió con voz más suave - Nunca te he pedido que entiendas y sé que es lo que piensas de él y quizás tengas razón. Pero Jona me ha demostrado varias veces que puede ser una mejor persona de lo que aparenta. Además, una vez que ya… tú sabes… dejamos de acostarnos juntos…
-          Lo sé, lo sé... son sólo amigos. Tu mejor amigo.
-          No seas celosa...
-          ¿De él? Nunca. Tú lo sabes.
-          Lo sé. Sé que es por lo que pasó entre ustedes...
-          Ok. Asunto acabado, No quiero hablar de eso.

Hace mucho tiempo, cuando Jonathan y Mayra habían decidido continuar con su amistad sin beneficio sexual alguno, Angie preguntó si podría salir con él sin que hubiera alguna enemistad por parte de ella. Era tan guapo e irresistible que siempre quiso intentar suerte con él. Además, el mismo hecho de que estuviera casi prohibido dada la relación que tenía con su mejor amiga le agregaba un éxtasis y deseo más allá de la comprensión. Mayra nunca estuvo de acuerdo, así que se vieron en secreto una vez. Sólo una vez. Jonathan desapareció del mapa durante un mes. Mayra no supo que había pasado hasta que Angie llegó llorando, contando cómo él simplemente había desparecido. Sin decir nada al día siguiente.

Nunca más hablaron de eso. Ninguno de los tres. Y cuando él volvió a entablar comunicación. Ella sólo atinó a hacer lo que mejor sabía hacer. Gritarle a morir:

-          ¡Cómo pudiste! gritaba Mayra mientras Jonathan esquivaba cada peluche que salía volando en dirección hacia él.

-          ¿No seas escandalosa! Bien que ella quería.


Mayra entró en furia y justo cuando era el momento de empezar a arrojarle cuanto zapato de tacón hubiera en la repisa, Jonathan salió del departamento con las justas. Esperó detrás de la puerta a que su mejor amiga se tranquilizara. Abrió muy despacio la puerta al no escuchar más golpes de zapatos. Logró cerrarla antes de que le cayera uno encima y siguió esperando. Una hora después, la misma Mayra abría la puerta y lo dejaba pasar.

Nunca habían estado tanto tiempo sin saber el uno del otro. Sin hablarse.

-          Voy a preguntarte algo sólo una vez y si me mientes juro que te estampo contra la ventana. ¿Me escuchaste?
-          -Mayra, escucha...
-          ¡No!, escúchame tú a mi. Angie es mi amiga, mi mejor amiga. Te dije que no te le acercarás...
-           No fui yo quien...
-          ¡No hables!
-          Mayra... ¡cállate!, Jonathan la miró fijamente, ¡qué quieres saber?

La chica preguntó finalmente lo único que deseaba saber y lo último que se hablaría sobre el tema-

-          ¿Porqué ella?

El muchacho dio un suspiro largo, miró al suelo dos segundos y volvió la mirada hacia Mayra.

-          Le tenía ganas porque era tu amiga. Es como cacharse a la hermana o algo así.

Un zapato voló directamente a la cabeza de Jonathan raspando su mejilla izquierda.

De vuelta a la realidad (o lo que queda de ella) Mayra abrió la puerta del baño y encontró al chico mirándose por dentro de los pantalones.

-          Creo que está todo bien. Igual iré a hacerme ver una vez pase todo. ¿Qué me miras?

La muchacha lo miro fijamente una vez más, cerró la puerta del baño y preguntó.

-          ¿Porque te tiraste a Angie?

El chico sonrió coquetamente, dio un suspiro largo y contestó.

- Le tenía ganas por ser tu amiga.  Era como tirarse a la hermana de una ex. Algo prohibido.

Lentamente, Mayra sonrió.  

-          Pequeña, nunca te he mentido excepto por lo de mi flaca.

Era verdad. Por algún motivo, ambos jóvenes no solían ocultarse nada. La honestidad fue el único requisito tácito entre ellos y su relación, para muchos, enfermiza e inusual.
-          No estoy molesta por que no me hayas dicho que tenías enamorada. Es más que todo…
-          La confianza. Lo sé.

Ella se sentó en el suelo frío del baño y apoyada junto a la puerta empezó a morderse el labio inferior. Sólo lo hacía cuando estaba realmente preocupada y él lo sabía.

-          Espero que al huevón de tu enamorado le esté yendo mejor que a mi, Maya (apodo cariñosa además del “pequeña”, a Mayra dejó de gustarle este último ya que alguna vez haciéndole un oral en el auto, Jonathan diría sin pensar en lo que significaba: “Esfuérzate pequeña, esfuérzate)
-          ¡Sé que está bien!, contestó ella llorosa, ya sin poder contenerse.

Jonathan se acercó y con una expresión de dolor procedió a sentarse a su lado. La abrazó con un solo brazo y lentamente la chica se echó a llorar al hombro de él.
-          ¿Crees que alguien más venga a buscarme?
-          No… - contestó ella entre risas y lágrimas – Creo que Carol es la única de tus “choque y fuga” que vive tan cerca.
-          No es cierto. Me tiré a tu vecina del quinto piso hace tres meses.
-          ¿No tiene novio?
-          Sí, creo… sí, sí. Lo “manyo” de vista.
-          No recuerdo que me contaras de ella
-          No. Vine al toque ella se quedó dormida. Yo regresaba de una “bombaza” con Raúl. La verdad es que ni me acuerdo bien como fue la cosa. Se supone venía a dormir acá y el “lorna” de Raúl me dejó en el piso equivocado. Estaba mal, mal, re mamado, pequeña. La cosa es que al final cuando se quedó dormida o no me acuerdo bien, bajé y  me abrió la puerta Alex. Y dormí en la sala. Te lo iba a contar en el desayuno pero te fuiste antes que yo.
-          Oh…, Mayra entonces volteó a mirarlo. Sus rostros estaban más que cerca. Ella podía sentir su aliento y su respiración. Nerviosa, preguntó: Jona, ¿la del quinto piso dices?
-          Sí. La flaquita que vive sola. Gana harto… tenía de todo en la sala…
-          Jona…
-          El televisor era…
-          ¡Jona!
-          ¿Qué?
-          Es un transexual, Jona.
-          ¿Ah?
-          Es una prosti trans. De las “fichonas” porque está muy bien operada. Vienen carros “fichos” a cada rato…

Jonathan ya no escuchaba nada de lo que su amiga decía. Sólo se quedó mirando al suelo, tratando de recordar algo de aquella noche. Entonces, vino hacia él la imagen de un trasero firme y redondo al que curiosamente no le seguía una cintura fina y unos pies más largos y grandes de lo que debería ser normal.

-          ¡Ahhhhhhhhhhhhhhh!, empezó a gritar con desesperación. Se levantó del suelo tal cual alma al diablo y empezó a sacudirse todo el cuerpo cual perro recién bañado.
Mayra miró boquiabierta como iba perdiendo el control de si mismo y justo cuando pensaba decir algo su amigo comenzó a quitarse intempestivamente la ropa y a abrir la llave de la ducha. Ella salió del baño riéndose a carcajadas. Cerró la puerta mientras veía como Jonathan trataba de borrar lo que era ya imborrable.

-          ¿Qué le pasó ahora?, preguntó Angie quién miraba boquiabierta a su amiga reir tan animosamente a pesar de todo lo que ocurría allá afuera. Mayra sonrió y con aire victorioso y burlón dijo:
-          Acabas de ser vengada mi Angie. Lo jodieron. Y lo jodieron mal.

Y se echaron a reír juntas. Entonces, la puerta del departamento volvió a retumbar una vez más justo cuando Angie iba a preguntar por más.

- Mayra, ábreme. Soy Luis.











¿Qué pasaría si durante todo un día los hombres alrededor del mundo fueran incapaces de mentirle a la mujer?

Así es. Nadie sabe aún dónde ni como se originó esto. Lo único certero es que durante las próximas veinticuatro horas ningún hombre en el planeta será capaz de mentirle a una mujer ni de ocultar sus sentimientos. ¿Sobrevivirá la humanidad? Acompaña a Mayra y Jonathan cada segundo de este nefasto día. ¿Sobrevivirán ellos?...

No te olvides de realizar la encuesta de hoy!!! y compartir el blogg.
Mis agradecimientos a quienes me siguen (en especial a mi primita a quien exploto ^^), a mi "traductor oficial" del pensamiento masculino (qué haría yo sin tu labia), a mi "correctora desaparecida" (insisto, ¿dónde estás?) y a mi propio Alex que me apoya cada día para seguir escribiendo. ^^

5. Sin hielo y puro

- ¿Me vas a contar? – preguntó Mayra.

Horas atrás habían ido a bailar a una discoteca conocida de la Calle de las Pizzas. Era el lugar favorito de Jonathan. No fueron solos por supuesto. Nunca lo hacían. Era algo aburrido ir solamente los dos. Ya lo habían intentado pero luego de un rato siempre volvían cada uno a su casa. Esta vez los acompañó Angie, Sebastían y una muchacha pequeña y menuda. Su nombre era Carol. Había sido enamorada de Jonathan cuando estuvieron en el colegio. Un amor de esos que sabes que van a acabar, como todas las cosas en este mundo. Rompieron por alguna pelea tonta que ninguno de los dos lograba recordar ahora luego de tantos años. Fue algo tan insignificante que cuando terminaron la secundaria volvieron a salir un par de veces como amigos. Se encontraron años luego en el mismo instituto.

En el departamento de Mayra, Jonathan bebía una cerveza con su mejor amiga. Habían dejado en la cama a Angie. Ella no podía aguantar más el sueño. Pero antes de acurrucarla, dejaron en la puerta de su departamento a Carol. Ella decidió alquilar dos cuadras más allá de donde vivía Mayra. Se hizo amiga de ella sin saber que era la misma Mayra de la cual Jonathan hablaba todo el tiempo. Luego vendrían las risas por la curiosa coincidencia. Algo muy natural.

- ¿Qué quieres que te cuente?
- Nunca me dijiste qué pasó exactamente. Tú sabes..., con la mamá de Carol.

Jonathan sacó una caja de cigarros de su bolsillo izquierdo. Encendió uno y fumó. El humo proveniente de sus labios le daba un aire de misterio a la situación. Mayra rio coqueta.

- ¿Qué quieres saber?
- Detalles. ¡Obvio!
- Eres una morbosa. Enferma.

Mayra volvió a sonreír con malicia. Se mordió el labio inferior y le levantó una ceja.

Jonathan dio un suspiro largo. Miró a la chica que le coqueteaba frente a él con descaro.

- Su papá falleció un año antes que estuviéramos - empezó a contar mientras se estiraba en el sillón - pero a causa de su fallecimiento nuestra relación como que comenzó.

Volvió a fumar y continuó.

- La cosa…, ya sabes como es…, eso de yo te cuido, yo te consuelo, necesito desahogo etc., etc.

El etcétera lo podía imaginar muy bien. Ella misma lo había vivido cuando empezaron a salir. Su depresión y deseos de morir habían pasado meses antes de que conociera al chico frente a ella.

- Al año estuvimos. La mamá ya estaba separada del papá, pero de igual forma le chocó un poco. Mi amiga se fue a vivir con su mamá.
- ¿Vivía con su papá? – lo interrumpió Mayra.
- Sí. Cuando tienes una vieja así, pues obvio eliges ir con tu viejo.

Mayra iba a decir algo, pero prefirió callar. Sabía que Jonathan no hablaba por hablar.

- Y bueno yo llegaba a la casa y normalmente me quedaba a dormir y ,bueno , era obvio que pasaban cosas a veces. Juegos. Toqueteo esas cosas, ya sabes.

Él la miró de reojo. - ¿Quieres que te cuente que hacíamos?
- Más tarde. – contestó la chica y le quitó el cigarro. Mayra no fumaba muy a menudo. Lo hacía solo cuando había bebido lo suficiente para que su conciencia no la fastidiara.

- El caso es que…, en una de esas noches me di cuenta que la tía, que muy aparte no estaba nada mal, se cuidaba… - Jonathan hizo una mueca de recordar algo delicioso - la tía nos miraba desde la cocina pero no decía nada. Mi enamorada en ese momento no se dió cuenta que su mamá estaba ahí, porque yo le estaba haciendo unas cosas con la lengua, ya sabes donde y ella trataba de no gemir muy fuerte. Pero la tía nos veía. Yo me hice el que no la vi y ya después de un rato me volví a verla y ella no estaba.Cuando ya me iba a despedir, la señora me regala un “Adams” y me dice “para el sabor” y se rió.

Mayra soltó una carcajada. Jonathan le hizo una seña de silencio mirando a la habitación donde Angie dormía.

- “Sorry”, sigue.
- Yo me arroché. Pero bueno…, las cosas siguieron normal. Hasta un día que llegue y mi enamorada había salido, pero sabía que no demoraría. Su mamá me invitó a la sala. Yo acepté normal. - El muchacho estiró los brazos y los llevó hacia detrás de su cabeza en una postura muy relajada. - Cuando se sentó yo pensé que bueno era hora de hablar y que me diría que eso estaba mal y bla, bla, bla… Ya bueno la cosa siguió de lo más normal
Ella y yo sentados y me dijo “¿Has tomado alguna ves? Era obvio que sí, pero me ofreció un whisky. Yo todo macho y haciéndome el que sabía que hacía le dije “Sin hielo y puro”

Los dos chicos se rieron. Mayra le devolvió el cigarro. Él la miraba fijamente a los ojos. La estaba seduciendo con la mirada. “Sigue, sigue”, dijo la muchacha, escapando de esos ojos de rapaz.

- Nunca había tomado eso, pero bueno, me dijo “me disculparas pero yo lo tomo así también”. Se sentó y recuerdo muy bien que llevaba una falda y una blusa negra que dejaba ver su brasier que era igual de negro. Ella estaba con el cabello mojado como si recién se hubiera bañado. Se sentó delante de mí pero con las piernas abiertas y era imposible ver que no llevaba bragas. ¿Sabes que es braga? – Mayra asintió.- No quería decir la otra palabra. Me quede tratando de no ver pero como sabes esas cosas no se pueden evitar fácilmente. Un toque – Jontahan volvió a fumar - Ya OK. Bueno el chiste es que yo no podía evitar no mirar y se me paró. Me dijo “¿tienes algún problema? y yo le dije “Sí señora, lo que pasa es que sé que vio el otro día y creo le debo una disculpa.

Me quedó mirando y dijo “bebe” yo entendí el mensaje y tome del whisky. Pero me dijo “no de ahí”. Se levantó y se subió la falda. No te imaginas como me puse – el chico dio una pausa larga y miró a su amiga sentada con un aspecto ansioso. – Sí, así como tu. – Ambos se rieron una vez más.

- Ya la cosa es que yo dije “pero señora…” y me dijo “Si me haces lo que haces con mi hija te dejare en paz. Si me haces algo más imaginitavo tendrás dos cosas que preocuparte.” yo agarre y le dije “pero estoy con su hija” – Volteó a ver a Mayra.

- ¿Qué crees que me dijo?

Mayra se quedó callada. No podía decir nada. Su mente estaba al máximo imaginando cada detalle.

- Dijo: “Nadie, ni ella tiene que saberlo”. Se arrodillo, me quitó el vaso de la mano y me hizo uno de los mejores orales que jamás he probado. Ese fue mi primer 69.

Hizo una pausa abrupta. Mayra miraba el suelo, algo decepcionada. Él sabía de qué se trataba. Durante el tiempo que ellos andaban juntos de juerga en juerga, la mente retorcida de su amiga funcionaba de tal forma que lo único que ella escuchó fue: “me hizo un oral mucho mejor que el tuyo”.

- Tú sabes que lo haces bien. Muy bien. – Habló el chico – La situación quizá lo hizo más “hot”. Pero tú sabes que me encanta lo que haces. – Mayra lo vio con ojos de deseo. – ¿Tienes ganas? , preguntó el chico. Ella se levantó del sofá y se dirigió hacia él. La historia la había excitado demasiado. Le quitó la cerveza en lata y puso su rostro tan cerca a la de él que ambos podían sentir la respiración del otro. Miró hacia el pantalón abultado de su amigo.

- ¿Y tú?, ¿quieres?, le dijo.
- Yo sí. Tú sabes que me dejo hacer lo que quieras…

La chica lo miró, cerro los ojos y le dio un beso en la frente.

- Estoy cansada. Otro día, ¿si? Voy a dormir con Angie.
- Eso me parece mucho más interesante.
- Eres un morboso. Enfermo.

Se rieron los dos y al instante se sacaron la lengua el uno al otro simultáneamente.



La puerta rugió una vez más.

- ¡Abre la maldita puerta, Mayra! , gritaba Carol desde el otro lado.

Angie fue la que obedeció. “Ya fuiste, Jonathan” se le escuchó decir. Entonces muchas cosas pasaron a la vez. Jonathan saltó despavorido por sobre el sillón de la sala en dirección al balcón mientras la puerta se iba abriendo. Mayra soltó un grito “¡Es un cuarto piso, Jonathan!” y se dirigió rápidamente detrás del chico aterrado. Carol ya estaba dentro.

El muchacho pareció no oír la advertencia. Su cuerpo andaba delante de lo que su mente podía reaccionar. Quería huir, quería escapar como sea. Nada podía impedírselo. Nada. O bueno, casi nada. Un fuerte golpe se oyó, como si algo se hubiese roto y Jonathan sintió un tremendo dolor en su nariz una vez más. Había olvidado el ventanal que separa el balcón de la sala y se había golpeado contra el. Atontado, cayó al suelo.

Las tres chicas se quedaron inmóviles por un momento. Luego Angie empezó a matarse de la risa.

- ¡Qué huevón que eres!- grito entre risa y risa.

Mayra y Carol voltearon a verla y luego se miraron la una a la otra. Una aterrada, la otra furiosa. Dos segundos pasaron y ambas fueron hacia el joven tumbado en el piso, retorciéndose de dolor. Mayra lo ayudó a sentarse mientras él se sobaba la cabeza y la nariz. Le costaba respirar, ninguno sabía si era por el golpe o por el hecho de que sabía lo que iba a pasar en los siguientes minutos.

La muchacha menuda y pequeña lo miró por un momento. Él le devolvió la mirada y se levantó obviando la ayuda de Mayra. Hubo otro silencio.

- Sólo tengo una pregunta, dijo Carol al fin.

Jonathan suspiró

- ¿Te cogiste o no a mi mamá? – La voz de la chica sonaba ahora cortada. Se notaba que le costaba hacer tamaña pregunta. Tragó saliva.

El chico la miró una vez más. Tomo aire y contestó sin poder evitarlo.

- Sí.

Muchas sensaciones llenaron el rsotro de Carol. Había dolor, tristeza, decepción y rabia. Mucha rabia. De pronto una desolación la invadió y por un instante todos pensaron que lloraría. Al final, fue la rabia quien ganó. Su diminuto cuerpo pareció de otro planeta. Respiró hondo. Decidida, empezó el ataque de furia. Sus dedos se tensionaron y se abalanzó sobre el muchacho clavandole las uñas en cada espacio de su rostro. El chico se tambaleo y cayó al suelo una vez. La bestía estaba desatada. ¡Cómo… pudiste… hacer…eso! Gritaba el demonio disfrazado de mujer y con cada arañazo una palabra salía de sus labios. ¡Eres… un… hijo… de… perra! Jonathan no reaccionaba. Trataba inútilmente de detenerla. Pero por algún motivo el cuerpo de la pequeña mujer parecía pesar igual que un obrero de construcción.

- ¡Carajo! ¡Cálmate! - Se le oyó decir al chico, quien ya no sentía el rostro.

Mayra estaba muy quieta. No tenía idea de que hacer. No sabía si debía intervenir. “me puede sacar un ojo”, pensó.

- ¡Eres… una… mierda! – Continuó Carol - ¡Estabas… conmigo! ¡Te odio!

Entonces Mayra reaccionó. Agarró de un brazo a la mujer descontrolada y trató de empujarla hacia atrás. Fue imposible. La fuerza descomunal que salía de la muchacha era para no creerlo.

- ¡Ayúdame! Le gritó a Angie.

Ella volteó los ojos y se acercó al lugar de la pelea lentamente. Ambas mujeres cogieron con todas sus fuerzas a Carol.

- ¡Suéltenme! ¡Suéltenme! ¡Lo voy a matar! , gritaba la chica.

Cuando lograron separarla del cuerpo de Jonathan ella estaba totalmente roja. Su rostro color tomate daba la impresión de estar poseído. Mayra la tomó por los hombros.

- ¡Cálmate!, le gritó.
- ¡¿Cómo quieres que me calme?!
- ¡No lo sé!

Jonathan se levantó del piso. La cara llena de arañazos y ensangrentada. Las uñas de Carol habían calado profundo. Se derrumbó de dolor en el sofá. Mayra miró a Angie pidiendo ayuda una vez más. La chica tomó el lugar de Mayra quien se acerco a lo que quedaba de su amigo. Carol estaba tan agitada que su respiración podía escucharse por toda la sala.

- Vamos al baño a que te laves la cara - le dijo Mayra al chico casi moribundo - Hay que limpiarte a ver que tan grave es.

El muchacho se levantó apoyándose en el hombro derecho de ella. Caminaron lentamente mientras las dos mujeres los miraban. Cuando estaban cerca de la puerta del baño, Carol habló una vez más, rompiendo su palabra.

- ¿Sólo fue una vez?, dijo en voz alta.

Jonathan paró en seco. Vio a su mejor amiga directamente a los ojos con una mirada de súplica y ella entendió todo. Esta vez Carol lo iba a matar.
- Muchas veces, empezó el muchacho. Se quedó callado y luego respiró para volver a hablar. - Lo hicimos casi unas diez veces.

Silencio sepulcral. Angie soltó a la fiera con una sonrisa diabólica. La diminuta chiquilla voló por la sala en busca de su nuevo objetivo. Mucho más por debajo del rostro y a un alcance lo suficiente accesible para ella. Clavó las garras en la entrepierna de Jonathan. Un aullido como de un animal herido se escuchó y otra vez el joven cayó al suelo arrodillado del dolor.

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¿Cómo te imaginas a Mayra?
¿Cómo te imaginas a Jonathan?


Ayúdame a describirlos físicamente!!!!!! Gracias ^^

4. Ya fuíste, Jonathan

Mayra tocó la puerta por tercera vez.

- Jonathan, ¿estás bien?- preguntó también por tercera vez.

Dentro del baño, un joven sentado en el borde de la tina miraba el suelo sin pestañar. Tenía ambas manos tapando sus orejas con el temor de escuchar lo que la mujer al otro lado de la puerta podría estar preguntándole. Pero eso era lo de menos. Su miedo a lo que pudiera estar preguntando era nada en comparación a todo cuanto estaba pasando por su mente. Pequeños recuerdos invadían su cabeza, uno más aterrador que el otro. Cada vez que trataba de dejar de recordar, algún otro trozo de memoria se incrustaba amenazante.

- ¿Qué le pasa?- Mayra tenía el rostro lleno de preocupación. No sólo tenía que lidiar con el hecho que su novio estaba al otro lado del mundo, lejos de ella, en esta situación incomprensible, sino que además su mejor amigo estaba encerrado en el baño de su departamento sin querer salir - ¿Se chocaron o algo así?

Angie miró a su mejor amiga impaciente. Siempre había odiado la forma en que Mayra se preocupaba por Jonathan. Para ella, esa amistad estaba basada en una mentira. Abrió la boca lista para decir algo, pero cambió de opinión. De impaciente e irritada a confundida e inquietada.

- La verdad es que no lo sé – mintió – Veníamos en el carro y de repente empezó a hacer eso, como si estuviera en shock o algo así. Creo que está muy asustado. Deberíamos hacer que salga. Puede estar haciendo cualquier cosa allá dentro.

Mayra tocó por cuarta vez, sin dejar de mirar a la chica frente a ella.

- Jonathan, ábreme la puerta.

Cinco segundos de silencio.

- Creo que deberías usar la llave – sugirió Angie.
- No lo sé. Él no es de hacer estas cosas... ¿Estás segura que nada pasó?
- Sip – dijo Angie con toda la seguridad del mundo – Creo que está muy nervioso con todo esto.
- ¿Tú estás bien?
- Sí…, no te preocupes, estoy muy bien. Creo que nunca me he sentido mejor. Deberías usar la llave.

Mayra corrió a su habitación, mientras su amiga la miraba satisfecha. Tomó las llaves del baño y volvió a la puerta. Tocó por última vez.

- Jonathan ¡Voy a entrar! ¿Está bien?

Angie alzó una ceja con aire triunfante. Pensaba en tantas cosas que Jonathan podría decir. “Al fin, la verdad”, pensó. Vio a Mayra cogiendo la llave, apunto de usarla.
Entonces, la puerta se abrió. El chico dentro observó a la chica atemorizada frente a él. Dio un largo suspiro. “Siempre se preocupa por mi, ¿Porqué siempre se preocupa por mi?”

- No puedo mentir.- dijo al fin.

Mayra se quedó callada por un instante. - ¿Perdón?, preguntó.

- No puedo mentir. Ningún hombre puede. No tengo idea qué está pasando pero ahora tengo miedo de estar aquí porque sé que voy a tener que decirte todo en lo que te he mentido y no tengo idea de cómo vas a reaccionar.

- ¿Cómo? – La chica no lograba entender nada.

Jonathan volvió a suspirar. La miró y una vez más, corrió. Se encerró esta vez en la habitación de su mejor amiga.

- ¿Qué carajo le pasa?
- Está diciendo la verdad- suspiró Angie- Realmente no puede mentir, al parecer ningún hombre puede. Por eso es que el idiota de Marcos me dijo eso.

Mayra miró incrédula a su amiga. Nada de lo que había dicho tenía sentido, No era posible. Sin embargo, la imagen del esposo respetuoso y caballero del piso de arriba atacado por su mujer la golpeó como una revelación.

- ¿No pueden mentir?- preguntó casi temblando.
- Así es - Angie alzó ambas cejas y dio una media sonrisa – No tengo idea que ha pasado pero es toda la verdad. No tienes idea lo que está pasando allá fuera. La gente está por todo lado. ¡Casi atropellan a un señor a la hora que veníamos del Ovalo!

Las palabras de Angie sonaban como un eco lejano para Mayra. Durante un minuto pensó estar soñando. Creyó que seguía aún en su cama y que en algún momento despertaría para empezar su día ya programado. Aquel domingo iba a cocinar un postre para Alex. Iría por unas velas y ordenaría la sala de forma romántica. Una semana lejos del ser al que más amaba había sido demasiado reto para ella. “Alex”, pensó. “Mi Alex está lejos, puede haberle pasado cualquier cosa. No hay comunicación, no tiene como llamar, como escribir. ¿Y si le pasó algo? De pronto, despertó, Sintió como una fuerza extraña movía su cuerpo inerte.

- ¡Mayra!, ¡Mayra! Reacciona.- Angie la sacudía por ambos hombros. – Estás temblando.

Las dos chicas se miraron. Una horrorizada, la otra perdida en sus pensamientos. Un largo suspiro salió de los labios de la chica ida. Recordó a Jonathan entonces. Juntó ambas cejas y se dirigió a la puerta de su habitación.

- ¿No está cerrada? – Oyó a su amiga preguntar.

- No - dijo mientras abría la puerta. Jonathan estaba mirando un poster pegado a la pared blanca del cuarto – La cerradura no funciona desde hace meses.

El muchacho se volvió a verlas. Luego simplemente, habló:

- No puedo evitar decir lo que estoy pensando. Y la huevona de tu amiga me hizo recordar todas las “weadas” que te he dicho. Todo lo q te dije fue puro floro. Fueron “weadas” “nomas”. Yo solo quería tirar contigo hasta que pasó lo del cine y de ahí tú conociste al huevón de Alex y ¡puta madre! Como me jodió eso que me dijeras que ya no querías “tirar” conmigo, que le ibas a ser fiel y tanta cosa. Y ¡naa! Pues, mira la verdad es que yo solo quería tirar contigo... nada más...yo no quería estar contigo… Yo tenía flaca en otro lado, pero tenía ganas de cachar “nomas” y la otra “weona” estaba lejos.

Hubo otro silencio interminable. Jonathan posó sus ojos sobre Mayra. Se veía tranquila. Algo molesta, pero calmada. Ella respiró hondo “Voy a poner a hervir agua”, dijo y fue en dirección a la cocina. Angie vio como su amiga cruzaba el comedor. Esa victoria que estaba esperando desde que tocó la puerta del departamento se convirtió de repente en un sentimiento de culpa. Dio una ojeada de arriba abajo al muchacho que se encontraba aún dentro de la habitación. Una última mirada despectiva y salió tras los pasos de Mayra, quien ya había encendido la tetera.

Jonathan volvió a ver el poster. Era una promoción de una película de acción que fue popular hace cinco años. Él había ido a verla junto con Mayra. La sala de cine estaba casi vacía así que se sentaron al fondo con una complicidad en querer cumplir una fantasía de hacerlo en un lugar público. Cuando las luces se apagaron, él la besó apasionadamente y empezaron a acariciarse sin control.

- Tráeme las tazas que están sobra la cómoda – dijo Mayra desde la puerta del cuarto. Su entrada distrajo los pensamientos del chico. Entonces ella pasó la mirada del póster a su amigo y viceversa. El muchacho habló:

- No había “cogido” con nadie desde la última vez que lo hice contigo, antes de ese día. Te dije que sí había tenido sexo dos semanas atrás, pero era mentira. No lo había hecho con nadie después de ti. Por eso me vine al ttoque.


Ambos se miraron un instante. Ella recordó. En el cine, luego de los besos, caricias, gemidos en silencio y el sexo oral que tanto le gustaba a ambos, Jonathan se colocó el preservativo listo para cumplirle la tan dichosa fantasía a Mayra. Ella sintió como él estaba dentro de ella. De pronto hubo un silencio extraó. ella trato de moverse pero él la detuvo. "?Qué pasa?", preguntó la chica. "Que ya me vine", respondió Jonathan. El rostro de de la muchacha se lleno de una expresión de confusión total. Giro la cabeza y vio a su amigo. Era cierto, el chico había eyaculado al instante en que habia penetrado a Mayra.

De vuelta la realidad, ellos se seguían mirando. Luego pasaría algo a lo que Jonathan estaba muy acostumbrado. Mayra estalló en una carcajada burlona. Él se sentó en el borde de la cómoda y ella se le acercó sigilosamente con las manos en los bolsillos del pantalón, siempre mirando el dichoso póster y riéndose de su amigo.


- Lo sabía – dijo la chica cuando estuvo frente a él – O sea, no es que siempre lo hubiese sabido, sino que luego de ese día simplemente lo supe. Era obvio que no lo habías hecho con nadie. Te viniste apenas entraste. ¡ Y estabas con una cara! Cómo si nunca lo hubieras hecho en tu vida. O sea… tú sabes pues… - Siguió riéndose. Él también lo hizo- Cada vez que lo veo – continuó Mayra – me recuerda a ese día.
- Por eso lo tienes ahí, para que te recuerde los malos momentos. Las idioteces que te digo.

Los dos se miraron una vez más. Ella sonrió.

- A veces pienso que me conoces demasiado – dijo la chica.
- Ahora sé que tú a mi también.

Mayra volteó sus labios hacia un lado con una mueca de enfado obligado. “Cómo adoro sus muecas”, pensó el muchacho.

- Muecuda- le dijo.

Ella le sacó la lengua. Casi al instante, él hizo lo mismo. La chica acarició el cabello de su mejor amigo. De repente tres golpes potentes se escucharon en la sala. Los dos jóvenes salieron del cuarto y vieron a Angie aterrada frente a la puerta del departamento. Un nuevo golpe se escuchó.

- ¡Mayra! Sé que estás ahí. Vi el carro de Angie en la cochera.

La adrenalina corrió por las venas de Mayra. Le bastó un instante para reconocer la voz de la mujer al otro lado de la puerta.

- Sé que Jonathan está ahí. ¡¿Dónde más puede estar?! ¡No lo escondas!

Un relámpago de recuerdo en la mente de Mayra: Ella chateando con su mejor amigo. “¿Con quién fue tu primera vez?”, le preguntó. “Con la mamá de mi enamorada de ese entonces”, contestó el chico. “Ay, por favor, no me pongas esa cara”, volvió a escribir Jonathan al ver por WebCam el rostro anonadado de su amiga.

Un recuerdo más: Estaban los dos en una discoteca y él le dijo al oído. “La chica con la que hemos venido hoy. Ella es… la de su mamá… ¿recuerdas?” Mayra vio a la joven que bailaba junto a Angie. “De ahí, seguimos como patas”, siguió Jonathan, “Obvio ella no sabe nada, así que con cuidado”

Tres golpes más y la chica que algún dia de adolescente fue enamorada de Jonathan gritaba:

- ¡Ya sé lo que está pasando! No lo escondas, sólo quiero preguntarle algo.

Mayra volteo hacia Jonathan. Estaba inmóvil. Aterrorizado. Los ojos muy abiertos viendo la puerta de madera. Recordó cada instante en el que perdió la virginidad con la madre de la mujer detrás de la puerta. Luego, una imagen aún peor. Angie frente a la puerta con una sonrisa maquiavélica colocó su mano sobre la perilla y le dijo: “Ya fuiste, Jonathan”.

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